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Una carrera constante

una carrera constante

En un mundo que parece ir siempre de prisa, seguramente te has encontrado más de una vez en una carrera constante, corriendo para alcanzarlo, pero, te has preguntado con sinceridad ¿detrás de qué corres?

 

En el artículo anterior tocamos el tema de la agilidad, y de cómo ser ágil no significa necesariamente ser más rápido, sino más efectivo, y seguramente piensas que esto es más fácil de decir que de hacer, ya que nuestras tareas cotidianas parecen estar envueltas en una carrera que no termina.

Desde que somos pequeños tenemos metas y una serie de pasos a seguir: estudios de preescolar, primaria, secundaria, bachillerato, universidad y el éxito que en teoría viene después de todo lo anterior. Sin embargo, no todos recorremos el mismo camino, ni a la misma velocidad, pero el entorno parece esforzarse por decirnos que si no seguimos los pasos en el orden establecido quedaremos lejos del éxito prometido, y desde entonces aprendemos a correr, y corremos para sacar las mejores calificaciones, para no atrasarnos en nuestras materias, para encontrar un trabajo, para aprender a hacer algo nuevo, para subir de puesto, para ganar más dinero.

Y dentro de cada una de estas carreras que van en paralelo, sucede que podemos olvidar cuál era la meta y seguimos corriendo solo porque ya íbamos en el camino, pero siendo honestos ¿cuántas pausas realizamos en esta carrera para saber si aquello que consideramos la meta realmente se cumplió?

Probablemente en el camino cambiarás de metas, y aquello que creías que era lo que realmente querías alcanzar no lo era realmente y tuviste que cambiar de carril; suena agotador ¿cierto?

Pero eso no quiere decir que tengas que seguir haciéndolo, sé consciente de tu propio camino, y de como estás logrando aquello que quieres; cuando sientas que corres demasiado, que el ritmo te rebasa y además pierdes la visión de lo que querías lograr, te recomendamos seguir estos pasos:

  1. Aun cuando parezca que todos los demás están por rebasarte, piensa si quieres llegar a una meta que no estás seguro cuál es, solo por no dejar de correr al lado de otros.
  2. Valora tu camino. Siéntate y haz consciencia de tus logros, elabora una lista de todas las pequeñas metas que alcanzaste a lo largo del camino.
  3. Valora tus estrategias. Si ya cumpliste varias metas es porque utilizaste estrategias que lo permitieron, evalúa cuales fueron y cómo puedes utilizarlas en otras situaciones.
  4. Disfruta el camino. Todos tenemos metas y por supuesto queremos ver el resultado, pero no conviertas tu búsqueda en algo que pasó tan rápido junto a ti que ni siquiera lo disfrutaste.
  5. Evita comparaciones. No importa cuán rápido o lento vayan los demás, importa lo que tu estás haciendo.
  6. Haz un plan de acción. Probablemente tenga cambios, pero hacerlo te ayudará a darte cuenta de que no tienes que correr si eres constante y organizas tus pasos.

Puede parecer abrumador, y sobre todo ilusorio detenerse, pero lo que realmente da valor a nuestro trabajo es el camino que recorremos y los aprendizajes y resultados que obtenemos. Tener a la vista una meta siempre será motivador, pero alcanzarla sin saber cómo llegamos ahí porque estábamos muy ocupados viviendo de prisa que ni siquiera lo notamos, al final traerá una meta vacía de la que no tenemos consciencia.

Anímate a hacer un alto, a veces tú podrás marcar el camino, otras no, pero lo que siempre puedes hacer será utilizar tus estrategias para saber si ese camino realmente es el tuyo o saldrás de esa carrera para perseguir otro final en el que, aunque te vean raro y crean que te atrasaste y nunca llegarás a la meta, sabes que estarás ahí por tus propios méritos y con el tiempo para haber disfrutado y contado tus pasos.

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